domingo, 7 de julio de 2013

Loba Leire II. La trampa.

Cuando terminó la actuación pensé que era el momento de irme pero antes de que pudiera hacerlo Jaime se acercó a mi mesa.
Jaime: Buenas noches. Leire ¿verdad?
Leire: Sí, Leire, buenas noches.
Jaime: He visto salir a Elena. ¿Le pasaba algo?. Me ha parecido que estaba alterada.
Leire: No, es solo que se le había hecho tarde.
Jaime: Ya. Me respondió con cierta incredulidad.
Jaime: Elena es una chica complicada.
Quise cambiar de tema ya que ni yo misma sabía lo que había ocurrido.
Leire: Toca usted muy bien.
Jaime: No, por favor, tutéame. Y gracias, la verdad es que la trompeta es una de mis pasiones.
Leire: Elena no me había dicho nada y me ha sorprendido verte salir al escenario.
Jaime: Los chicos del local son buenos amigos y me dejan tocar de vez en cuando. Tocar con público produce una sensación especial.
Leire: Me imagino. Bueno, la verdad es que a mi también se me ha hecho tarde y tengo que irme.
Jaime: Sí, sí claro pero te iba a invitar a una copa así que me la debes.      
Leire: Sin problemas, otro día nos la tomamos.
A cualquier otro le hubiera dado dos besos pero seguía siendo mi jefe así que le volví a dar la mano y nos despedimos.
Al salir al local recordé que tendría que volver en autobús y me puse a caminar hacia la parada. Estaba repasando las sensaciones que aquel hombre me había producido y cada vez me sentía más atraída pero mi simpatía por Elena me hacía ahuyentar cualquier atisbo de deseo.
Cuando había caminado apenas una manzana un coche se situó a mi lado y me tocó el claxon. Era Elena.
Elena: Sube, te llevo a casa.
Leire: No, no hace falta de verdad. El autobús está ahí mismo.
Elena: Sube por favor, quiero disculparme.
Me subí en el coche y Elena avanzó hasta encontrar un hueco en el que parar.
Elena: Perdóname. Vaya primer día que te estoy dando.
Leire: No, no te preocupes. Dime, ¿qué te ha pasado?
Elena: Bueno, es un poco difícil de explicar. Lo primero que quiero aclararte es que no pretendía ligar contigo. Lo que pasa es que hay algo que siempre he querido hacer y que nunca he podido y de repente contigo me he sentido diferente. Capaz de hacerlo.
Yo la miraba inquieta intentando entender algo.
Leire: Y qué es eso que quieres hacer.
Elena: Bueno, prefiero no comentártelo. Solo quería disculparme.
Leire: Pero puedes contármelo. No me voy a asustar de nada y quiero que seamos amigas.
Elena: ¿De verdad no te enfadas?
Leire: Venga dime. No creo que sea tan malo.
Le cogí las manos para darle confianza y comenzó a contarme.
Elena: Jaime vive en un loft en un edifico de lujo y en su planta solo tiene unos vecinos. Son un matrimonio joven. Él se pasa el día viajando y ella es una zorra que está loca por Jaime y que se pasa el día queriendo follar con él. Yo no la soporto pero es verdad que la cabrona está muy buena y Jaime no le hace ascos. Lo que más me jode es que la muy puta cuando quiere asegurarse el polvo llama a una sobrina suya que es bastante golfilla y se montan un trío con Jaime.
Siempre he querido ofrecerle algo parecido a Jaime para distraerlo de esa relación pero nunca he sabido con quien. No tengo ninguna amiguita ni nada parecido.
Elena se quedó callada mirando hacia los pedales del coche avergonzada, como dejándome asimilar la historia.
Leire: Bueno. No es una cosa tan mala. Además, supongo que me debería sentir alagada teniendo en cuenta que has pensado en mí para hacer algo que nunca has hecho antes.
Elena: Sí pero vas a pensar que estoy loca. Nos hemos conocido esta misma mañana.
Leire: Mujer, no creo que estés loca. Como mucho enamorada que es casi lo mismo.
Sonreímos.
Leire: El problema es que aunque tú eres muy guapa y Jaime muy atractivo, pensar en hacer un trío así en frío es un poco… no sé. Las cosas ocurren de otra manera. Además no creo que necesites ayuda para llamar la atención de Jaime. Estás estupenda.
Elena: Lo sé, lo sé. Ya te digo que se me ha ido un poco la cabeza. Y no es que Jaime no me preste atención. Sé que puedo acostarme con él cuando quiera. Lo que no quiero es que se siga acostando con esa zorra.
Leire. Me gustaría ayudarte pero no se me ocurre cómo y tampoco quiero poner en peligro mi puesto de trabajo. Entiéndeme, hoy es mi primer día.
Elena: Lo sé, y te entiendo.
Otra vez volvió a cogerme la mano.
Elena. Puedo pedirte al menos un favor.
Leire: A ver, dime.
Dudo un poco.
Elena: ¿Podrías darme un beso? Solo quiero saber qué se siente al besar a una chica. Si no es muy malo buscaré a otra chica más adelante y si no me gusta ya sé que no podré hacerlo.
Ufff, vaya marrón!. Me quedé unos instante pensando y de forma inconsciente examiné su boca. Tenía unos labios carnosos y ligeramente pintados de rosa. Los dientes bonitos y blancos. La verdad es que era una boca preciosa pero era de chica.
Quise recordar mis besos con mi amiga Natalia años atrás como una experiencia muy agradable así que intenté quitarle importancia al asunto.
Leire: Si quieres yo te lo doy pero para hacer un trió no es necesario que las chicas se besen.
Elena: Ya pero yo sé cómo se lo monta esa y te aseguro que con su sobrina hace de todo.
Otra vez un silencio incómodo.
Elena: ¿Puedo entonces?
Leire: Claro.
Nos miramos a los ojos y acercamos nuestras bocas a escasos centímetros. Primero compartimos el aliento como en un test de compatibilidad. El suyo era fresco y no me desagradó. Después pego sus labios a los míos en un tierno pero largo beso. Unos besitos mas y por fin sus labios se abrieron dejando paso a su lengua hasta los míos. Nos morreamos y me hizo sentir extraña. Su boca sabía muy bien y me estaba haciendo sentir unas cosquillitas que me pillaron por sorpresa.
Se separó un instante.
Elena: ¿Lo hago bien?
Leire: Ya lo creo.
Elena: Entonces ¿Te ha gustado?
Leire:  Sí, sí ha estado muy bien.
Elena: ¿Puedo darte otro?


La verdad es que lo estaba deseando así que sin responderle siquiera acerqué mi boca a la suya nuevamente. En esta ocasión su beso fue mucho más apasionado. Cuando quise darme cuenta había metido su mano bajo mi suéter y me acariciaba las tetas. Pero no me importó porque mis pezones estaban duros y deseosos de ser acariciados. Estaba comenzando a ponerme cachondísima.
Cuando comprobó que mis pezones eran dos piedras me levantó el sueter y tiró del sujetador para sacarme las tetas. Era alucinante, en solo unos minutos Elena había conseguido hacer lo que ningún chico y allí estaba yo gimiendo dentro de un coche con los ojos cerrados mientras la secretaria de mi jefe me chupaba un pezón.
La agarré del pelo y tiré de ella para arrancarla de mis tetas y besarla cuando sentí un resplandor en mis parpados. Abrí los ojos y de pronto el claxon del coche y me sobresaltó. Di un salto en el asiento y justo en ese momento pude ver que a nuestro lado pasaba un coche. Pero no un coche cualquiera, era un BMX y su conductor era Jaime.
Leire: ¡Dios mío!, creo que era el coche de Jaime. ¿Nos habrá visto?
Elena: Tranquila. No lo creo.
Leire: Pero ¿Qué ha pasado?. El claxon era el de este coche.
Elena: Seguramente le hemos dado sin querer. Lo mejor será que nos vayamos. Esto se nos estaba yendo de las manos.
Leire: Tienes razón. ¿Sigue en pié lo de llevarme a casa?
Elena: Sí, sí por supuesto.
Elena arrancó el coche mientras yo devolvía mis tetas a su sitio.
Por el camino yo estaba muy preocupada preguntándome si nos habría visto Jaime. El calentón se me había pasado de golpe pero sorprendentemente Elena no había dado ninguna muestra de preocupación.
La miré por el retrovisor y vi que en su cara tenía dibujada una sonrisa contenida. No sabría decir muy bien por qué, pero aquella extraña sonrisa me inquietó.
Cuando llegamos a casa Elena me dio un piquito, le agradecí que me llevara y le di las buenas noches.
Cuando apenas había dado cinco pasos Elena me llamó desde el coche.
Elena: ¡Leire!
Leire: Sí, dime.
Elena: Eres una buena chica. Demasiado. Así que lamento que te haya tocado a ti pero quería demostrarle a Jaime que no es tan difícil llevarse a la cama a la mujer que a uno se le antoje.
Jaime no tiene vecinos pero que sepas que besarte me ha encantado. Bienvenida a la empresa.
Comenzó a reírse, arrancó el coche y me dejó allí de pié mirando como el coche se alejaba con cara de haberme caído de un guindo.
Aquella hija de puta me había utilizado para demostrarle a Jaime sus dotes de conquista y yo había entrado al trapo con todo.
Fue ella la que toco el claxon para asegurarse que Jaime nos viera. Por eso se había dado tanta prisa en sacarme las tetas. Ella sabía que Jaime saldría tras su actuación y que pasaría por allí. Desde luego la tía lo había hecho de puta madre.
Y todo ese rollo de la zorra y su sobrina era un cuento. Todo había sido un cuento.
Pero ahora… ¡joder! No me importa que Jaime me haya visto las tetas pero me hiere el orgullo que esta cabrona me haya utilizado con tanta facilidad. He quedado como una pardilla el primer día de mi nueva vida como responsable de campaña.
La única forma de corregir aquello era pagarle con la misma moneda.
No tenía ni idea de cómo pero tenía claro que haría algo para que quedase claro que si ella era un zorra yo podía ser una loba y comérmela con patatas.

Y eso fue lo que hice. 

Loba Leire I. El inicio.

Otra vez iba tarde por culpa del maldito autobús pero esta vez estaba bien jodida. Era mi gran oportunidad. Llevaba dos años trabajando como becaria en una firma de publicidad y por primera vez me habían dado la oportunidad de presentar mi propio proyecto ante el mismísimo director general al que ni tan siquiera conocía personalmente. Solo me faltaba llegar tarde.
Todo el mundo comentaba que era un tipo muy exigente y las chicas además decían que era muy atractivo y con fama de mujeriego. Pero a mí lo único que me interesaba era que mi proyecto le impresionara y me hiciera un hueco fijo en su empresa.
Por fin llegué con el tiempo justo y me presenté ante su secretaria. Era una chica muy atractiva que nada más llegar me miró de arriba a abajo dándome un repaso y me dijo que me metiera bien la camisa. 


Con las carreras me había desaliñado un poco. Me señaló un espejo que había en la pared y me compuse un poco la ropa y el pelo.
Después de tanto correr aun me tuvieron un cuarto de hora esperando pero por fin me tocó entrar.
Pasé al despacho y el Sr. Barreiros se puso de pié y me ofreció la mano.
Tras presentarme nos sentamos y me pidió que le mostrar mi trabajo. Le entregué mi portafolios con la campaña que había diseñado y se puso a estudiarlo muy atento.
Mientras lo hacía me di cuenta de que realmente era un hombre bastante interesante a pesar de sacarme 20 años y el despacho tenía una curiosa decoración con fotografías en blanco y negro de las campañas más sugerentes de la compañía.
Finalmente me miró fijamente y me dijo.
Jaime: Ha hecho usted un gran trabajo. ¿Cuánto tiempo lleva usted como becaria?
Leire: Dos años Sr. Barreiro.
Jaime: Por favor, llámame Jaime. Aunque soy mayor que tú no me gusta tener que estar recordándolo constantemente.
Sonreí ante su comentario sin saber qué decir.
Jaime: Bueno Leire, creo que va siendo hora de que formes parte de la empresa. ¿Te gustaría tener tu propio despacho?
Leire: Oh!, muchas gracias, por supuesto. Es lo que más deseo desde hace tiempo.
Jaime: Perfecto pues ahora cuando salgas le dices a Elena que te lo prepare.
Volvió a ofrecerme la mano y nos despedimos. El resto del día fue como un sueño. Tomé  posesión de mi despacho y de mi nuevo estatus de empleada indefinida acompañada en todo momento por Elena que dedico el día a ayudarme.
A última hora de la tarde Elena me preguntó si tenía pensado algo para celebrar el ascenso y le confesé que no así que me propuso ir a tomar una copa.
Acepté y después de componernos un poco en el baño salimos del edificio. Elena me comentó que había un pub cerca en el que ponían música en vivo y en el que había muy buen ambiente así que para allí fuimos.
Era un local muy elegante ambientado en los años cincuenta y nada más acercarnos a la puerta se podían oír las sensuales notas de un saxo. En la puerta un atractivo portero saludó a Elena muy cariñosamente y nos invitó a pasar a la zona VIP.
Una vez sentadas y tomando nuestra primera copa juntas pensé que sería una buena oportunidad para intimar con Elena y que me hablara sobre los entresijos de la compañía. Ese tipo de cosas que una becaria no conoce pero que es bueno saber para sobrevivir. Tras unas cuantas preguntas sobre temas operativos decidí que era el momento de preguntarle sobre la fama de mujeriego del jefe.
Elena se puso un poco sería, me pareció que incluso un poco triste y me dijo que era verdad que Jaime andaba con muchas mujeres pero que podía estar tranquila porque nunca había acosado a una empleada y era todo un caballero. El problema más bien es al contrario, son muchas las que se han enamorado de él.
Tras decirme esto su mirada se quedó perdida en los hielos de su copa y se hizo un incómodo silencio.
Leire: Perdona, quizás he sido un poco indiscreta.
Elena: No para nada. No ibas a tardar mucho en darte cuenta de que estoy enamorada de él.
Leire: ¿Y cuál es el problema?, Tu eres una mujer muy atractiva y estoy viendo que además eres encantadora. Un hombre de su edad y soltero debería estar encantado con una mujer como tú.
Elena: Bueno, Jaime es muy especial. Él ya estuvo casado y juró no volver a hacerlo. Le gusta ser libre y dice que si alguna mujer le quiere debe entender eso y aceptarlo como es. Nosotros tuvimos una relación pero los celos me pueden así que decidí romper para no sufrir. Lo malo es que verlo todos los días es una tortura y yo además soy masoquista.
Leire: ¿Por qué dices eso?
Elena: Ya verás. Mira el escenario.
El saxofonista había terminado de tocar y había un chico mulato preparando un gran contrabajo. Al momento Jaime, el Sr Barreiros, apareció en el escenario con una trompeta y se sentó en una banqueta. Había cambiado su ropa por otra más informal pero destilaba la misma elegancia.
Cuando las notas comenzaron a salir de aquella trompeta los sentidos de Elena fueron secuestrados por la melodía y yo misma me quedé sorprendida por la belleza del tema que estaban tocando.
La verdad es que aquel hombre era muy interesante y por momentos iba comprendiendo cada vez más a Elena.
Elena: Los martes siempre viene a tocar y yo como una boba no me lo pierdo nunca aunque procuro ponerme en esta mesa que está en penumbra para que no me vea. Es uno de sus hobbies.
Nos quedamos calladas escuchando la música y cuando habían pasado un par de temas Elena me cogió la mano con la suya. La tenía fría y algo temblorosa, y sin dejar de mirar al escenario me dejó helada con su pregunta.
Elena: Leire, ¿a ti te gustan las mujeres?
Leire: ¿Las mujeres?, ¿quieres decir que si soy lesbiana?
Elena: No, no te pregunto si eres lesbiana. Imagino que no pero ¿has estado alguna vez con otra mujer?
Leire: Bueno hace años tenía una amiga con la que me di algunos morreillos pero nada más. Cosas de la adolescencia. ¿Por qué me preguntas eso?
Entonces Elena algo nerviosa me soltó la mano y se disculpó.
Elena: Perdona, perdona, es que estoy un poco loca. No me hagas caso. Mira, se me ha hecho un poco tarde. Si no te importa yo me voy ya y nos vemos mañana ¿Vale?

Me despedí de ella un poco desconcertada por su extraño comportamiento y ella salió corriendo hacia la puerta llamando la atención de todos los que estaban en el local. Jaime también la vio salir y luego miró hacia mi mesa como comprobando de dónde había salido Elena. Me miró un segundo y siguió tocando su trompeta como si nada.

Continuará...

sábado, 6 de julio de 2013

Loba Lara II. Por un culo.

Caminé por el puerto disfrutando de la brisa nocturna, los barcos a un lado y los locales al otro. Un poco antes de llegar a los tenderetes vi que había un local muy ambientado y algunas parejas miraban desde la entrada hacia el interior.
Me acerqué a ver que miraban y vi que el local estaba a tope. En el fondo había un pequeño escenario iluminado con unos focos y del techo descendió una barra de acero. Ya me vi venir de qué iba aquello. Entré un poco en el local y me apoyé con la espalda en la pared junto a la puerta. Al momento una chica despampanante salió vestida de tigresa y se puso a bailar en torno a la barra. Llevaba la cara muy bien maquillada y bailaba de forma sensual.  Tenía un culo espectacular, tanto que pensé que no era posible ver dos culos iguales el mismo día, así que me fijé mejor en la cara y efectivamente era la chica de la playa.
Así estaba cuando alguien me toco en el hombro. Me giré y allí estaba él.
Andrés: Toma, te he visto y te he traído un poco de sangría. Bebe, está muy rica, la he hecho yo.
Tome la copa y le di las gracias fingiendo normalidad pero con el corazón desbocado.
Andrés: Tiene un cuerpo espectacular esta chica. No tienen otra cosa que hacer que ir al gimnasio y divertirse.
Lara: Bueno, están en la edad de disfrutar.
Andrés: Por suerte nosotros también. Me dijo con una sonrisa. Eso es algo que no hay qué dejar de hacer. La vida está llena de oportunidades.
Lara: No sé… yo creo que cuando te casas se acaba todo.
Andrés. No tiene por qué. Las barreras nos las construimos nosotros.
Los dos bebimos sin dejar de mirar a la chica.
Andrés: ¿Dónde está tu marido?
Lara: Se fue a acostar.
Andrés: Lo ves. Él ha hecho lo que quiere. Deberías hacer lo mismo.
Lara: Eso hago. Contesté haciéndome la independiente.
Lara: Y como es que la sangría la has hecho tú.
Andrés: El local es de un amigo y le he hecho el favor. Los viernes es cuando más gente viene porque es cuando hay stripteases. ¿Te gustaría ver los camerinos? Hay un ambiente increíble.
Lara: Vale.
Andrés me cogió de la mano antes de que pudiera reaccionar y me llevó entre el público hacia el final de la sala donde había unas cortinas. Pasamos a la parte de atrás a un oscuro pasillo en el que solo había la luz que salía de los camerinos. Entramos en uno de ellos y había dos chicas totalmente desnudas poniéndose una loción brillante por el cuerpo. Una de ellas era la rubia de la playa y la otra era una chica latina de curvas de infarto que nada más verlo se acercó a él para besarlo.
Latina: Ay papi, cuánto tiempo sin verte. Pero que malo eres, para una vez que vienes te traes a una de tus noviesitas.
Andrés. Hola Rosarito. Que guapa estás. No, Lara es solo una amiga que vino a ver los camerinos.
Latina: Sí, sí, una amiga, como todas sinvergüenza. Pero vamos, si no la quieres me la quedo yo. Dijo echándome una miradita de arriba abajo.
Mientras yo sonreía como una tonta sin saber que decir y pensando… Si Fernando y mi madre me vieran ahora se morían de un infarto.
Entonces la rubia se acercó a Rosarito por detrás la abrazó y le cogió los pezones.
Rubía: Oye tú, que rápido me pones los cuernos.
Latina: No te enceles mi amor es solo para jugar. En cinco minutos vas a ver cuánto te quiero.
Me guiñó un ojo y siguió arreglándose para el siguiente número.
Andrés: Nos vamos para afuera que ya os queda poco para salir.
Salimos de nuevo al local y estuvimos viendo el número que hicieron. Tal como imaginé, un lésbico bastante caliente.
Lara: Esta tarde no me pareció que tu amiga fuera lesbiana.
Andrés:  ¿Elisa?, ¿lesbiana?. No les hagas caso, ninguna de las dos es lesbianas. Solo querían hacerse las interesantes contigo.
Lara: Ah sí!
Andrés: Son buenas amigas y de vez en cuando se lo montan entre ellas o con alguno pero te aseguro que no son lesbianas. Estas chicas de ahora han aprendido a disfrutar de todo. Y es normal. Ya has visto los cuerpos que tienen.
Ufff, joder! que gente tan liberal . Pensé.
Ya estábamos con una nueva copa de sangría cuando la chica del culo impresionante ya desmaquillada y con una sensual bata se acercó a nosotros.
Tigresa:  Andrés. Me ha dicho Elisa que cuando terminemos todas nos vas a llevar a una calita para que nos bañemos a la luz de la luna.
Andrés: Bueno, sí queréis.
La chica me miró y me pregunto.
Tigresa: Te vienes con nosotras. Nos vamos a bañar desnudas, será divertido.



Como una tonta hice un gesto como de mirar la hora aunque no llevaba reloj y después torpemente busqué mi móvil en el bolso.
Lara: Uy, me encantaría pero tengo que irme. Se me ha ido el santo al cielo y es tardísimo. Otro día quizás.
Andrés: Hoy hay luna llena y una temperatura estupenda. Noches así no hay muchas.
La chica también insistió y yo quería ir pero eran ya las tres de la madrugada y si Fernando me esperaba despierto podría asustarse. Aunque  la verdad es que debía estar dormido porque a estas horas ya me habría llamado.
Lara: Ya pero es que no tengo bikini ni nada.
Entonces la chica sonriendo se abrió la bata y me mostró que iba desnuda.
Tigresa: Tranquila, no nos verá nadie.
Miré a Andrés que estaba sonriendo y pensé… ahora o nunca.
Lara: Bueno, está bien. Iré con vosotras.
La chica lo celebró como si fuéramos amigas de toda la vida y me dio un beso.
Cuando terminó el espectáculo las tres chicas, Andrés y yo salimos del local camino del aparcamiento.
Yo caminaba confundida, nerviosa y excitada por aquella emocionante situación. Una pequeña locura que deseaba vivir para salir de una rutina que por momentos me parecía más aburrida y monótona.
En solo 15 minutos llegamos a la playa prevista. Una pequeña cala que parecía sacada de una película. Una gran luna llena dominaba el horizonte y dibujaba una preciosa estela sobre la superficie del mar que estaba tranquilo. Solo el rumor de unas pequeñas olas rompía el silencio de la noche.
Las chicas nada más saltar del coche se quitaron lo poco que llevaban y salieron corriendo hacia la orilla. Yo me quedé un poco cortada ante la necesidad de desnudarme delante de Andrés y él, que estaba al otro lado del coche, me lo puso un poco más fácil. Se quitó el bañador y justo antes de salir también corriendo me dijo… Vamos, no te lo pienses.
Me quité el vestido y la ropa interior y corrí hasta el agua donde ya estaban todos.
El agua estaba estupenda y la sensación indescriptible. No era la primera vez que me bañaba desnuda pero estar allí de aquella forma clandestina me hacía sentir libre.
Estuvimos un rato disfrutando del baño en una especie de pequeño corro hasta que la chica latina se abrazó a Elisa y le susurró algo al oído. La rubia se giró y se fundieron en un beso.
Me quedé embobada viendo como enroscaban sus lenguas sin importarles nuestra presencia.
Cuando quise darme cuenta tenía a la chica del culo pegada a mí.
Tigresa: Estas dos siempre igual. Rosarito es una calentona de cuidado.
             Por cierto, yo soy Sara. ¿Tú cómo te llamas?.
Lara: Yo me llamo Lara.
Sara: ¡Uy!, nos llamamos casi igual. Podríamos formar un dúo artístico, Sara y Lara, ja, ja…
Lara: Que más quisiera yo. Ya soy mayorcita para eso y no tengo ese culo espectacular.
Sara: ¿Te gusta mi culo?
Uff, me lo preguntó en un tono inquietante pero no quise amedrentarme.
Lara: ¿Y a quien no?, es el mejor culo que he visto.
Sara: Gracias, eres un sol.  ¡Ven!, mira, tócalo, es todo natural.
Me agarró la mano y la llevó a su culo desnudo. Tenía la piel muy suave y aquel culo respingón flotando bajo el agua aun era más increíble.
Sin darme cuenta le estaba sobando el culo pero es que la sensación era sorprendentemente agradable.
De pronto se cogió a mi cuello y se me enroscó en la cintura con las piernas.
Tigresa: Así lo puedes tocar con las dos manos. Cógemelo.
Tragué saliva y me agarré a su culo con las dos manos. Ella mantenía su cara a escasos centímetros de la mía.
Sara: ¿Sabes una cosa? Me preguntó.
Lara: ¿Qué? Respondí casi sin voz.
Sara: Me encanta que me lo toques.
Yo no le contesté, me limité a quedarme mirándola a los ojos temblando por la excitación.
Acercó su boca a la mía y me dio un tierno beso. Luego volvió a mirarme a los ojos y regreso a mi boca pero esta vez para darme un morreo.
Sus labios eran carnosos y su boca me pareció tremendamente jugosa y fresca.
Me dejó respirar un poco y me preguntó.
Sara: ¿Es tu primer beso a una chica?
Lara: Sí.
Sara: ¿Y te ha gustado?
Lara: Mucho.
Sara: Entonces tendré que darte más porque a mi también me ha gustado.
Me sonrió y volvió a besarme. Ahora era ella la que puso los pies en el suelo y me agarró por detrás de los muslos para que la abrazara con mis piernas.
Nuestros cuerpos estaban pegados rozándose el uno con el otro.
Por un momento aquella chica había conseguido que me olvidara totalmente de Andrés, hasta que me susurró en el odio.
Sara: Mira esos.
Me giré y lo que vi me dejó de piedra. Andrés estaba sentado en la orilla con sus piernas extendidas y Elisa y Rosarito estaban echadas cada una a un lado turnándose para comerle la polla.
Sara me giró y me abrazó desde atrás para que las dos pudiéramos ver.
Sara: ¿Te gusta Andrés verdad?
Lara: , respondí casi sin pensar.
Sentí entonces que la mano de Sara se deslizaba entre mis glúteos abarcando la nalga y presionando mi culito con la punta de los dedos.
Sara: A mí también me gusta. Es muy interesante y esas dos guarrillas me han dicho que folla muy bien. Le llaman el lobo.
Lara: ¿El lobo?
Sara: Sí. Es como un lobo alfa que se folla a todas las lobas que vienen por aquí.
Llevo entonces la otra mano a mi coño por delante y comenzó a jugar con él.
Sus caricias y su voz susurrante me estaban poniendo a mil.
Elisa, la chica rubia se incorporó y obligó a Andrés a tumbarse para montarse sobre él. Llevó su mano atrás y le cogió la polla para metérsela en el coño.
Sara:  Mira, Elisa va a ser la primera en follárselo.
Lara: Sí, ya veo.
Sara: ¿Te gustaría follártelo?
Lara: Sí.
Sara comenzó a penetrarme con los dedos desde atrás sin dejar de frotarme por delante.
Sara: ¿Te gustaría que nos lo folláramos entre las dos?
Me volví hacia ella y mirándole a los ojos le confesé mis deseos.
Lara: Sí, me encantaría. Me encantaría follármelo contigo.
Me apreté los pezones y sentí que me corría cuando ella metió de nuevo su lengua en mi boca.
Sara: Mira, mira como se lo folla esa puta.
Lara: Sara me voy a correr. No pares de hacer eso.
Sara: Claro que no cariño... Te estoy follando yo pero te dejo que pienses en su polla... ¿Estás pensando en su polla?
Lara: Sí, estoy pensando en su polla y me voy a correr…
Sara: Sí, así, córrete, córrete follándotelo…
Lara . Sí, sí, me lo follo, me lo follo y me corro.  Uhmmg, sí, sí, así, me corro, me corroo….
Tras el orgasmo más intenso que jamás había tenido y con la vista casi nublada comencé a recuperar aire flotando sujeta tan solo por el maternal abrazo de aquella chica que acababa de conocer.
Cuando ya pude incorporarme y apoyar los pies en el fondo me giré hacia Sara. La abracé ya le di un beso lleno de agradecimiento.
Lara: Y ahora ¿tu? ¿qué?.
Sara: Pues ahora me debes un polvo. Pero no te preocupes prefiero cobrármelo otro día. Además con la que le están dando a Andrés no creo que vaya a durar mucho.
Ahora era Rosarito la que agitaba su culo montada sobre Andrés mientras besaba a Elisa que estaba frente a ella asfixiando a Andrés con otra cabalgada sobre su cara.
Nos volvimos a besar y nos quedamos abrazadas como dos enamoradas mientras veíamos culminar la faena de Andrés con sus amigas.
Cuando terminaron, descansaron unos minutos y regresaron al agua para refrescarse.
Andrés dio por finalizada la excursión.
Andrés: Bueno, va siendo hora de regresar al puerto.
Me miró y me preguntó.
Andrés: Qué? Lara, ¿ha merecido la pena?
Lara: Desde luego. Lo he pasado genial.
Andrés: Pues ya sabes.
No hablamos más, nos vestimos y Sara me llevó hasta el coche cogida de la mano. Ahora yo era una más.

Al llegar a casa tuve que pasar por la piscina para darme una ducha de agua dulce antes de subir y por suerte fui capaz de acostarme sin que mi marido lo notase pero, a pesar de que ya no quedaban muchas horas de sueño… ¿Quién se dormía después de una noche tan excitante?

Continuará...

Loba Lara I. El inicio.


Siempre pensé que mi vida sería como la de cualquier otra mujer de mi edad hasta que le conocí.
Yo estaba casada, tenía 34 años y un hijo de seis. Él, ni siquiera hoy sé la edad que tiene pero, por entonces, debía andar por los 45 para no equivocarme.
Mi historia de loba comenzó un verano cuando mi madre, mi marido, mi hijo y yo fuimos a pasar unos días de descanso a un puerto deportivo de la costa Malagueña. Mi madre solía acompañarnos porque era la única forma de que pudiéramos salir por la noche.
A mí me encantaba la playa y las comodidades de la urbanización de aquel puerto era la forma que tenía de convencer a mi marido de ir a la costa ya que él siempre era más partidario del interior.
Por la mañana íbamos juntos a la playa pero por la tarde Fernando, mi marido, prefería quedarse en casa viendo la tele así que yo aprovechaba para dejarle al niño a mi madre e irme a tomar el sol y relajarme.
La primera tarde busqué un hueco lo más distanciado del resto de sombrillas, coloqué mi toalla sobre la arena, un pequeño respaldo para poder leer y mi pequeña bolsa de playa.
Lo primero, como siempre, darme un buen baño y ponerme un poco de bronceador.
A mi derecha, a unos cuantos pasos había una pequeña sobrilla bajo la que había algo parecido a una nevera y a su lado una toalla de alguien que debía estar paseando.
Ya fresquita me puse a leer el libro que había escogido para aquellos días.
Al cabo de unos minutos un hombre salía del agua en la orilla frente a mí. Llevaba unas gafas de bucear, una aletas y una redecilla con algo dentro que no atiné a identificar.
Era un hombre alto, corpulento y bronceado. Estuvo unos segundos de pié junto a la orilla y finalmente fue a soltar lo que traía en la nevera que había visto antes  a escasos metro de mí.
Yo le observaba con cierta curiosidad sin percatarme de que mi presencia y mi mirada no pasaban desapercibidas. Se sentó en la toalla, me miró, esbozó una leve sonrisa y se tumbó a tomar el sol.
Era un hombre atractivo y con buena planta así que cuando por fin cerró los ojos solté un poco de aire tomando conciencia de que había estado forzando mi postura para que no se me notaran los plieguecitos de la tripa. Es curioso como el modo coqueteo en las mujeres se activa a veces sin que tengamos conciencia de lo que hacemos y sin que realmente haya una intención de conquista. La cosa es gustar y ser admirada, algo que necesita nuestro ego por naturaleza.
Al cabo de unos minutos un par de jovencitas de poco más de veinte años se acercaron andando por la orilla y al llegar a nuestra altura colocaron sus toallas a medio camino entre la mía y la de mi apuesto vecino.
Las dos tenían unos cuerpos de infarto, piel bronceada sin imperfecciones y unos minúsculos bikinis que no dejaban nada a la imaginación. Una de ellas sobre todo tenía un culo impresionante. Unas caderas anchas y unas nalgas redondas que serían la envidia de cualquier brasileña. 



Colocaron sus toallas y tras darse bronceador se tumbaron sin más cobertura que un pequeño tanga que desaparecía de la vista entre aquellas jóvenes carnes.
Me quedé mirándolas unos segundos y luego me fijé en mi vecino que a pesar de las voces de las chicas no se había inmutado. Me levanté un poco sofocada por el calor para darme un baño y mientras caminaba hacia la orilla miré hacia abajo dándome un repaso. Bueno, no estoy nada mal pero desde luego con estas dos mozas al lado es como si me hubiera vuelto invisible. Seguramente mi vecino no volvería a reparar en mí.
Ya estaba metida en el mar con el agua a medio muslo y esperando a que el cuerpo se fuera acostumbrando a la frialdad del agua cuando oí su voz.
Andrés: ¡Hola!
Me giré y me sorprendí con su presencia a escasos metros. Lo miré supongo que con cara de susto.
Andrés: Se te ha caído esto mientras venias a la orilla. Extendió su mano y me mostró mi gomilla de recogerme el pelo. Otra vez aquella sonrisa.
Instintivamente me lleve las manos a la cabeza para comprobar que efectivamente la cola la llevaba medio desecha.
Le di las gracias hablándole de usted y él me pidió que lo llamara por su nombre, Andrés.
Lara: Yo soy Lara.
Andrés: Esta un poco fría pero cuando llevas un rato es una maravilla.
Y sin más se zambulló y dio unas brazadas hacia adentro. Yo como una autómata aguanté la respiración y me zambullí igualmente nadando también hacia adentro pero guardando las distancias.
De pronto unas voces en la orilla llamaban a Andrés. Era otra chica rubia también de unos veintipocos que hacía gestos con los brazos. Andrés tras verla nadó hasta la orilla, salió del agua y le dio dos besos. Yo andaba a lo mío, nadando pero sin perder detalle. La chica parecía coquetear y tras hablar un momento llamó a las dos chicas que habían llegado primero y se las presentó a Andrés.
Cuando salí del agua la barrera entre Andrés y yo era ya de tres esculturales jovencitas.
Las tres estaban boca abajo y sus culos perfectos alineados como en una postal. Me quedé un rato embobada ante aquellas curvas cuando mi mirada se encontró con la de Andrés que me la devolvió pero esta vez con una sonrisa más amplia al descubrir mis miradas de admirada envidia.
Las chicas no estuvieron mucho tiempo, al rato unos chicos jóvenes vinieron a recogerlas y se fueron no sin antes despedirse de Andrés que sacó algo de la nevera para dárselo a su amiga. La chica rubia fue la última en despedirse pero en esta ocasión cogió a Andrés por la cara y le dio un piquito. Sentí algo de rabia y regrese a mi lectura decepcionada.
Lara: Todos los hombres son igualas, y más si están buenos.
Otra vez su voz me sacó de mis pensamientos.
Andrés: Lara, ¿te apetece un refresco? He traído dos y me voy a ir pronto. Hoy hace más calor de lo habitual, tómatelo, te sentará bien.
Aquel hombre tenía facilidad para sobresaltarme.
Me levanté y acepté la invitación.
Estuvimos hablando un poco y me contó que solía traer la nevera porque le gustaba bucear y coger alguna cosa para el aperitivo. Hoy había cogido bastantes navajas y eso era lo que le había dado a su amiga.
Yo no me pude reprimir y fuí directamente al grano.
Lara: Tienes unas amigas muy guapas.
Andrés: Bueno, solo conozco a una de ellas, Elisa, es compañera del gimnasio.
Lara: Ah, sí, sí… es muy cariñosa.
De nuevo sonrió ante mi indiscreto comentario.
Andrés: Ya sabes como son estas jóvenes. Solo piensan en divertirse y a veces les gusta coquetear con un viejo.
Dio un sorbo a su refresco y me miró a los ojos con una seguridad que intimidaba.
Andrés: Pero salvo por su energía es una edad poco interesante. Yo personalmente prefiero mujeres más hechas, que ya hayan pasado por los  treinta.
Como yo, como yo. Pensé para mis adentros con orgullo.
Tuve que dar un sorbo mientras pensaba como corresponderle.
Lara: Bueno, tu tampoco eres un viejo.
Andrés. Procuro cuidarme, nunca se sabe cuándo va a venir una mujer guapa a la playa.
Debió notar como temblaba la mano con la que sujetaba mi lata de refresco y apartó un poco la mirada.
Andrés: ¿Vas  estar muchos días por aquí ?
Lara: Solo estaremos una semana.
Andrés: Ah, ¿no has venido sola?
Lara: No, no, he venido con mi marido.
Andrés: Vaya, pues debe estar muy ocupado para no acompañarte a la playa.
Lara: Sí, sí, trabaja por la tarde.
Mentí para no dar explicaciones sobre el poco interés de mi marido.
Andrés: Bueno, voy a tener que irme, tengo cosas que hacer pero te dejaré las navajas que me quedan para que las preparéis esta noche.
Yo estaba como atontada ante la familiaridad con la que me hablaba Andrés.
Lara: Uhm... pero de dónde le digo a mi marido que han salido.
Él me contestó como sorprendido por mi pregunta.
Andrés: De dónde van a salir. Dile que te las he dado yo.
Recogió sus cosas, me dio la redecilla con las navajas y me estampó dos besos.
Andrés: Nos vemos mañana.
Lara: Sí, hasta mañana.
Me quedé mirando cómo se alejaba y me llevé la mano a la cara donde me había besado. Aquel hombre me había hecho sentir cosas que no sentía desde los tiempos del instituto.
Más tarde al llegar a casa decidí no contarle nada a Fernando y le dije que había comprado las navajas a un chico en la playa. Cenamos un poco de pasta y las navajas a la plancha que estaban buenísimas. Después dejamos al peque con mi madre y nos fuimos a dar un paseo por el puerto.
Un buen rato después estábamos en la terraza de un pub tomando un cubata cuando vi a Andrés que se acercaba a nuestra mesa. El corazón se me encogió.
Andrés: Hola Lara, ¿Qué tal?, ¿cómo estaban esas navajas?
Mi marido lo miraba sorprendido por la confianza con la que me hablaba y yo dí gracias al sol y al maquillaje porque de no ser por ellos se habría notado lo enormemente ruborizada que estaba.
Me levanté y le presenté a mi marido improvisando una mentira.
Lara: Ah, estaban muy ricas, muchas gracias.
Me dirigí a mi marido.
Lara: Andrés es el señor que me recomendó comprar las navajas.
Y miré a Andrés rogándole con los ojos que no me descubriera.
Lobo: Así es. Se acercó a verlas cuando yo las compraba y le dije que aquí son siempre recién cogidas.
Le extendió la mano a mi marido que se la estrechó más relajado.
Andrés: Ten cuidado. Tienes una mujer muy guapa y esta tarde había un grupo de chavales en la playa que no le quitaban ojo.
Fernando: Yo es que no soy mucho de playa. Por las tardes me quedo en casa.
Maldito bocazas, pensé.
Andrés me dirigió una rápida miradita. Acababa de conocerme y ya me había pillado varias mentiras.
Andrés: Bueno que lo paséis bien. Buenas noches.
¡Que capullo!, ¿no?. Dijo Fernando cuando se alejó.
¿Capullo?, capullo eres tú. Pensé para mis adentros cabreada.
Al rato Fernando ya quería irse pero yo quería ver unos tenderetes que había al final del puerto. Le dije que no se preocupara y se fuera él para casa que yo iría enseguida.

La verdad es que lo que me apetecía era darme un paseo sola y quizás, aunque no estaba segura de eso, buscar un nuevo encuentro con Andrés. 

Continuará...